Cuando tenía unos tres años, por allá en los años 80,  mi papá me llevaba con él a caminar por el centro de Bogotá y, como para él los libros no podían faltar, visitábamos la Librería Lerner y la Nacional. Yo desordenaba algunas estanterías y sacaba libros que estaban a mi alcance, pero mi papá, siempre valiente, me enseñaba a usar los libros, se disculpaba, ordenaba y días después me llevaba de nuevo, porque los libros eran parte de nuestra vida y visitar librerías un plan tan común como ir al supermercado o a buscar la correspondencia en el edificio de Avianca donde tenía un apartado aéreo.

Por su parte, mi mamá me leía un cuento todas las noches. Recuerdo especialmente ´la sopa de hacha´ y todos los de la colección chiquilines.  Los leíamos una y otra vez, y yo le pedía “uno más”.  Mis papás fueron una influencia clave  en mis hábitos de lectura pues mi casa estaba llena de libros, mi papá con temas más académicos e históricos y mi mamá más dada a la literatura universal. Ellos estaban divorciados pero los libros eran un hilo conductor en mi vida.

Leí libros de vampiros y los de chocolate caliente para el alma, durante mi adolescencia, leí novelas de amor y de suspenso. He leído cuando he estado tranquila y todo fluye o en medio de un divorcio o del duelo por la muerte de mi padre cuando me volqué a libros de espiritualidad no religiosa.

Pero el reto para mi vino cuando nació mi hija, hace casi seis años. En ese momento  mi tiempo disponible para leer se redujo considerablemente y quienes tienen hijos pequeños podrán entenderlo a la perfección.

Sin embargo,  ese mismo hecho lo convirtió en algo muy valioso, leer se transformó en mi tesoro, mi mundo fuera de la maternidad, mi espacio y tiempo propio. Al perder el tiempo que tenía para leer, comencé a robárselo al día. Mi hija no lo sabe, pero ella me motivó a ser la mejor versión posible de mamá, esa que no renuncia a hacer algo que amaba y que se da tiempo para si misma.

Su llegada transformó el hábito de la lectura en una pasión y un proyecto de vida: promover la lectura y de ahí nació la recomendadora de libros. Y en ese proceso llegó también el aprendizaje de cómo motivar a un niño para que se apasione por los libros y eso ha sido algo muy bello que solo la experiencia puede enseñar.

Mi propósito es compartir lo que leo, hacer reseñas, también creé un club de lectura, escribo sobre libros, hablo con autores, promuevo intercambios y donaciones, enseño como transmitir amor por los libros a los niños voy a las librerías y me antojo. No soy crítica literaria, soy una lectora apasionada y tomen mis reseñas como eso, mi opinión.

La recomendadora de libros busca hablar de lo que cada texto deja en nosotros y lo que vemos de nosotros en él, porque como dijo Carlos Ruiz Zafón, los libros son espejos, y vemos en ellos lo que ya somos.

Quisiera decir que leo de todo pero no es verdad, tengo mis géneros favoritos, mis autores de mis amores y por supuesto me permito explorar. Soy más afín con la novela contemporánea pero la histórica también me apasiona y las letras hispanoamericanas son mis favoritas. La amplitud y profundidad de la literatura infantil y juvenil es uno de mis más recientes descubrimientos y cada vez trato de leer más no ficción.

Gracias por estar aquí. Bienvenidos a un espacio de amor por los libros.

Soy Silvia Ardila, la recomendadora de libros