De perder a un bebé

Por: Silvia Ardila Gómez
Perder un embarazo es de las cosas más tristes que he vivido en la vida. Les contaré mi historia porque me ayudará a elaborar mi duelo, pero también porque quizás ayude a alguien más que esté pasando por esto.
Nos dimos cuenta de que  nuestro segundo hijo venía en camino muy rápido, antes del primer mes.  Lo estábamos buscando luego de tres años de indecisión, de dudas porque  criar un hijo es difícil,  lo sabemos los que somos padres y nosotros tenemos una maravillosa niña de tres años que ha llenado nuestra vida y ha sido una experiencia hermosa, pero también compleja. Primero ninguno quería, luego yo quería, luego mi esposo, luego los dos. Así que nos decidimos.

Mi cuerpo, con una gran memoria del embarazo anterior se encargó de comenzar a crecer rápidamente. Ya estaba por comprar ropa de maternidad porque los jeans de siempre me apretaban, una barriguita pequeña se asomó muy rápido. Las nauseas llegaron gradualmente hasta volverse permanentes. Sentía mucha hambre. Estaba tan embarazada cómo se podía estar. Me sentía mamá, mamá de mi bebé de 7 semanas, para mi era un niño, en mi corazón se llamaba Antonio, para mi hija era una niña. Lo amábamos, la amábamos. El miedo a los retos de una nueva maternidad había desaparecido.

Hasta que llegó la primera ecografía. Mi esposo no pudo acompañarme porque tuvo que viajar por un tema laboral, yo lo liberé de la culpa y solo pensamos que sería una lástima  porque se perdería un momento hermoso. Ver ese puntico en esa ecografía por primera vez es muy emocionante. Seguí a la sala, me cambié, me acosté, el médico me contó que esa máquina era de última tecnología y pondría la pantalla gigante para que yo pudiera ver todo bien. Ese es su “útero”, pero yo no veía nada, me di cuenta que él buscaba y buscaba. No decía nada, hasta que lo confirmó. El saco gestacional está vacío. “¿Cómo así?” “Señora, esto parece ser un embarazo anembrionario, “¿qué es eso? Nunca lo había escuchado”. Es cuando el embrión deja de desarrollarse en una etapa muy temprana del embarazo  por alguna falla. Salí devastada de esa sala. Mi esposo me llamó emocionado “¿cómo está nuestro bebé?”, “nuestro bebé no está”. Me paralicé, lloré, lloré, lloré. Temblaba. Mi cuñada fue a buscarme para ir a casa

Al día siguiente fuimos al ginecólogo quien nos contó que había dos posibilidades: la primera que estuvieran mal las cuentas, la segunda que en efecto fuera un embarazo anembrionario. Nos explicó qué era, porque sucedía “fallas cromosómicas, la naturaleza que es sabia y hace selección natural y si ve que no es viable, el embrión deja de formarse, en todo caso debemos esperar varios días para repetir la ecografía y confirmar el diagnóstico. En caso de que no esté el bebé, debemos hacer un aborto porque todo el saco gestacional y todo el embarazo se formó”. Menos lo más importante. Fueron varios días muy duros, de espera, de angustia, pero ya imaginaba lo que venía aunque no perdía la esperanza.  Siguen las náuseas, los pantalones siguen sin cerrar.

Llegó el día de repetir la ecografía y confirmamos que el embrión no estaba. ¡Que dolor!. Siguiente paso: ir por urgencias para proceder con el “aborto retenido”. Me recetaron pastillas para evitar el legrado “funcionan el 90% de las veces”.  Las pastillas comenzaron a hacer efecto esa madrugada, 6 horas de cólicos y al día siguiente contracciones y dolores como de parto. Un dolor salvaje.

Días después tuve una nueva ecografía donde confirmamos que ya el aborto estaba culminado, eso es bueno pues no hay que hacer legrado. ¿Pero saben qué sentí? Un hueco en el alma porque ya no me quedaba nada de él. Todo lo que él fue alguna vez, por pocas horas o pocos días ya no estaba y yo ya no podré cuidarlo.

Les cuento esta historia con mucho dolor pero llena de amor. Se las cuento porque mi vida tuvo que seguir pero a ratos me detengo y lloro. Aún lloro mucho, basta tan solo una pequeña pregunta para que lo haga.  Perder a un hijo amado y deseado es un duelo. No se trata de intentar de nuevo en un tiempo, ni siquiera sé si queramos hacerlo y agradezco inmensamente a mi médico quien aún no me pone ese tema y solo está preocupando por mi bienestar actual. No se trata de todo pasa porque es mejor, es decir, así es, la naturaleza es sabía y no voy en contra de ella ni quiero que pase nada diferente a lo que pasó, porque fue el único desenlace posible. Solo que perdí un hijo y eso duele mucho.
Esto le pasa a muchas personas (bueno al 15% de los embarazados, pero poco se habla de ello). Se necesita hacer un duelo. Nunca le digan a alguien “no debiste contar tan rápido” como me dijeron a mi, porque ese tiempo que mi hijo vivió en mi fui inmensamente feliz y haberle contado a mucha gente hizo precisamente que me preguntaran y que pudiera hablar muchas veces de esto.  Y eso, ayuda a sanar. Y por favor, no le digan a alguien que pasó por esto “si me pasa a mi me muero”. Eso es insensible.
Si alguien aquí pasó por algo similar y quiere que hablemos y lloremos juntas aquí estoy.Y a mi hijo, que siempre será mi hijo, gracias por enseñar a nuestra familia tantas cosas, como que nos amamos profundamente. Como que las cosas no son cuando uno quiera sino cuando el tiempo divino así lo decida.  Y a sentir una nueva clase de dolor que aunque sea una puñalada en el alma, me ha hecho crecer. Los pantalones ya me cierran de nuevo, la herida aún no.

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